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HARLEY DAVIDSON FAT BOY

SCREAMING EAGLE.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De las versiones Screaming Eagle, puede ser la Fat Boy la que tiene la estética más impactante. La pintura en color amarillo y azul con partes del acero del guardabarros y del depósito a la vista y trazos a pincel, es simplemente de premio.

Si a esto le unimos que al igual que sus hermanas de gama, está cromada hasta al último tornillo, el resultado es espectacular, pero por suerte los cambios no se acaban en la pintura, sino que van mucho más allá.

 

El color gris del depósito no es tal, sino el acero del mismo, lijado y con una capa de barniz transparente por encima.

Los detalles en rojo están pintados a mano, al igual que las llamas en colores perlados y metalizados, y la calidad de la pintura está muy por encima de lo habitual. La decoración llega hasta el propio chasis, con un color azul eléctrico y metalizado que le da un toque muy especial.

 

 

 

La Fat Boy ya es una moto impresionante, el motor tiene una patada bestial y un par motor muy elevado, necesario si tenemos en cuanta que la bestia pesa más de 300 Kg.

En esta versión no se han andado por las ramas y no se han limitado a subir la cilindrada hasta las 103 pulgadas cúbicas (1.690 c.c.) sino que han montado nuevos pistones forjados, un cigüeñal y volante de inercia equilibrados y un embrague reforzado con accionamiento hidráulico.

Por si todo esto fuese poco, la inyección está modificada y los escapes son más (mucho más…) abiertos que los originales.

 

 

¿El resultado? ¡Da miedo! Solo hay que enroscar la muñeca derecha para recibir una tremenda coz en el trasero que hace que la moto salga disparada hacia delante, o de costado si el asfalto no es muy bueno.

Esto no es una Harley al uso, es un verdadero tiro capaz de plantarse muy por encima de los 200 por hora a la salida de un peaje, y todo ello con un sonido único.

Será el cuello del que conduce el que marque los límites, no es fácil aguantar el empuje del aire a lata velocidad, y no solo en el cuello, también las piernas tienden a abrirse más de lo deseado por encima de 150 Km/h.  Realmente es un excelente sustituto de un gimnasio…

 

La Fat Boy Screaming Eagle cuenta con un basculante más ancho y un neumático trasero de 200 mm. de anchura, montado en una llanta más ligera que la lenticular original y al igual que la delantera en 17 pulgadas de diámetro, lo que mejora bastante el comportamiento de la moto con respecto a la Fat Boy standard.

 

Sorprende que no hayan montado un segundo disco delante, y se le echa mucho de menos, la frenada es justita y hay que tirar mucho del freno trasero. Afortunadamente es progresivo y se deja utilizar, pero con un 140 delante, un segundo disco se hace imprescindible.

 

 

El manillar ancho y las plataformas obligan a una postura tipo “Terminator”, con los brazos muy abiertos y las piernas abiertas y adelantadas, aunque mucho menos que su hermana la V-Rod.

Cuesta muy poco acostumbrarse a la postura y excepto en viajes largos, se hace cómoda y el ancho manillar permite un buen control de la moto, sobre todo si nos gusta abrir gas fuerte en asfalto liso. La moto se va de detrás de forma suave y bastante controlable, aunque no hay que perder de vista los kilos en ningún momento.

 

 

 

Como ya es habitual en Harley, la Fat Boy permite gracias al mando del contacto giratorio dejarlo abierto y guardar las llaves en la cazadora. El sistema es útil, pero hay que ir con mucho ojo a la hora de dejar la moto, ya que se puede olvidar dejarla bloqueada con el riesgo que implica.

El segundo tapón (el izquierdo) no es tal. Es un indicador de nivel, pero hay que acercarse para verlo bien ya que la ventana con la aguja está muy vertical. Esta versión también incorpora cuenta revoluciones de serie.

Realmente el que quiera robar esta moto lo tiene difícil. Pocas motos he visto que llamen tanto la atención como esta. Entre la pintura y el brillo de los cromados es un verdadero espectáculo, la gente se llega a parar en los pasos de cebra para poder contemplarla.

 

 

 

 

El asiento no es incómodo, al menos para el conductor. Al ser una versión monoplaza el pasajero no entra en los planes, y mal lo pasaría si intenta ir subido en el embellecedor cromado del guardabarros.

Se hecha en falta la existencia de algún gancho para pulpos. Si intentamos poner una red o unos pulpos para sujetar una mochila o algo similar, es muy fácil dañar la pintura, y ya hemos visto que no es precisamente barata ni fácil de reparar.